Hay momentos en la vida en los que todo pesa. En los que incluso lo más simple como levantarse, hablar, comer, respirar, se vuelve difícil. La depresión no siempre grita, a veces se esconde detrás de una sonrisa, de una rutina cumplida a medias, de un “estoy bien” dicho con miedo a que alguien note el vacío interno.
Como psicóloga, he tenido el privilegio de acompañar desde la presencia de quien escucha, sostiene y camina tu lado. Porque en la depresión, lo que más se necesita es un refugio donde el dolor tenga permiso de mostrarse sin vergüenza.
Romper el ciclo de la depresión no es una tarea rápida ni lineal. A veces, comienza con algo tan pequeño como bañarse, escribirle a alguien o salir a caminar unos minutos. Son activaciones mínimas que, cuando se repiten con constancia y cuidado, abren grietas en la oscuridad por donde puede entrar un poco de luz. Y a veces, solo basta con tener a alguien, un amigo o un familiar, que te diga: “Sé que no es fácil, pero no tienes que pasar por esto solo, te acompaño” y eso lo cambia todo.
En terapia no buscamos “quitar la tristeza”, nuestro objetivo es ayudarte a que vuelvas a sentirte tú, o quizá a reinventarte. A recuperar la capacidad de experimentar tus emociones sin miedo, aprendiendo a tratarte con amor, a ponerle estructura al caos y a reconectar, aunque sea un poco, con el disfrute de lo cotidiano.
Si estás atravesando uno de esos momentos en los que todo pesa, quiero que sepas que no estás solo. Pedir ayuda no es rendirte, es reconocer que mereces apoyo, que quieres sanar y que estás dispuesto a priorizarte. Es un acto profundo de amor propio y hay muchos caminos posibles, pero quiero que sepas que esta sensación de vacío no será para siempre.
Y si no sabes por dónde empezar, aquí te comparto algunas herramientas simples, inspiradas en la Guía práctica de la depresión, de la psicóloga Miriam Sánchez. Son pasos pequeños, pero profundamente valiosos, que pueden ayudarte a romper el bucle del dolor y comenzar a reconectar contigo.
Puntos clave para transitar el proceso
- Avanza poco a poco, día tras día.
- No esperes a sentirte motivado para empezar.
- Intenta mantener alguna conexión social, aunque no sea fácil.
- Crea una rutina diaria que te brinde estructura.
- Trátate con amabilidad y comprensión durante el proceso.
-
-
Activación conductual
Empieza con pasos pequeños que te hagan sentir mejor, te ayuden a organizar tu día y te conecten con lo que te hace bien. Aunque no tengas ganas, intenta dar ese primer paso.
- Cosas simples como tender la cama, ducharte, vestirte con algo que te guste, escuchar música o enviar un mensaje pueden ayudarte a reconectar con el presente.
- Clasifica tus actividades diarias en tres categorías:
- Tareas básicas (cosas necesarias para tu bienestar físico o funcional) por ejemplo, ducharte, hacer la cama, preparar comida.
- Placeres personales (cosas que disfrutas y te recargan) como escuchar música, leer, pintar o ver una serie que te guste.
- Vínculos sociales (acciones que fortalecen tu conexión con otros) como hablar con un amigo, enviar un mensaje cariñoso o compartir una comida con alguien.
- Reto diario: Intenta hacer al menos una actividad de cada tipo cada día, por pequeña que sea.
Por ejemplo:
- Me ducho y ordeno mi habitación (tarea básica).
- Escucho mi playlist favorita (placer personal).
- Llamo a una amiga para ponernos al día (vínculo social).
-
Registro de pensamientos
Aprende a identificar los pensamientos automáticos negativos que aumentan el malestar emocional, y reemplázalos por otros más realistas y compasivos.
Anotar lo que piensas te ayuda a tomar distancia para encontrar alternativas más equilibradas.
Ejemplo 1
|
Ejemplo 2
|
Situación: Actividad no realizada
- Pensamiento automático: “Nunca me voy a sentir bien, no puedo con esto.”
- Pensamiento alternativo: “Hoy fue un día difícil, pero mañana tendré otra oportunidad para intentarlo.”
|
-
- Situación: Cometí un error
- Pensamiento automático: “Soy un desastre, todo lo arruino.”
- Pensamiento alternativo: “Me equivoqué, pero eso no me define. Estoy aprendiendo y puedo corregirlo.”
Visualización del yo compasivo
- Cierra los ojos e imagina una versión de ti que represente tu lado más amoroso y comprensivo. ¿Cómo te hablaría si te viera triste? ¿Qué palabras usaría para consolarte?
- Exprésalo en primera persona, como si esa voz amable saliera de ti. Puedes escribirlo o decirlo en voz alta al comenzar o cerrar el día.
Ejemplo: “Sé que hoy ha sido difícil para ti. Te reconozco y estoy aquí contigo. Esto no determina tu valor. Lo estás haciendo lo mejor que puedes, y eso está bien.”
|
Agenda emocional
- No se trata solo de organizar tareas, sino de preguntarte: ¿cómo quiero sentirme hoy? ¿Qué pequeñas acciones pueden ayudarme a lograrlo, aunque sea un poco? ¿Qué puedo evitar que me haga daño?
- Este ejercicio promueve el autoconocimiento y refuerza la sensación de control.
Escaneo corporal con respiración consciente
- Busca un lugar tranquilo para sentarte o recostarte. Cierra los ojos y toma tres respiraciones profundas. Luego, recorre mentalmente tu cuerpo: pies, piernas, abdomen, pecho, manos, cuello… Observa si hay tensión, incomodidad o vacío.
- Con cada exhalación, imagina que vas soltando poco a poco cualquier carga emocional.
- Puedes acompañar este ejercicio con la técnica de respiración diafragmática 4-7-8: inhala por la nariz contando hasta 4, retén el aire durante 7 segundos mientras expandes el abdomen, y exhala lentamente por la boca durante 8 segundos, sintiendo cómo el abdomen desciende.
- Practica esto de 5 a 10 minutos al día para notar sus beneficios.
Mínimos logros diarios
Lleva un diario donde anotes pequeñas acciones que lograste en el día, aunque hayan costado esfuerzo. Revísalo con frecuencia para reconocer tu avance y valorar tu constancia.
Ejemplo:
Me levanté a pesar de no tener ganas. Me bañé. Comí algo saludable. Salí a caminar. Me permití llorar. Jugué con mi mascota.
Red de apoyo
- Habla con una o dos personas en quienes confíes.
- Cuida tu entorno emocional alejándote, si puedes, de quienes invalidan tu proceso.
- Pide ayuda concreta: compañía, apoyo con las compras o recordatorios de citas.
-
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Hay momentos en los que el malestar emocional supera nuestras herramientas personales. Estas son señales de alerta para considerar acompañamiento profesional:
- El malestar se mantiene con gran intensidad durante un largo tiempo.
- Tus emociones interfieren con tu vida diaria (trabajo, relaciones, estudios, autocuidado).
- Sientes que nada ni nadie puede ayudarte, a pesar de haberlo intentado.
- Aparecen pensamientos de muerte, ideación suicida o deseos de hacerte daño.
- Te aíslas completamente de los demás.
- Has probado distintas estrategias sin notar mejoría.
- Descuidas por completo el cuidado personal (alimentación, higiene, descanso).
- Personas cercanas expresan preocupación por tu bienestar.
A veces, lo más sanador no es tener todas las respuestas, sino sentir que no estás solo.
Porque sanar no es avanzar más rápido, sino aprender a caminar distinto.